El Museo del Prado ha hecho público esta semana en su página web un amplio informe en el que, tras analizar la composición, las características técnicas, el estilo y cuanto se sabe sobre el significado de El Coloso, queda descartada la hipótesis de que fuera pintado por Goya. Entre las razones citadas para negar la autoría del maestro de Fuendetodos sobre la pieza (hasta la fecha, una de sus obras más celebradas) se habla de la pobreza en la ejecución de la que adolece la pintura: las diferencias en luz, cromatismo y preparación del lienzo respecto a obras atribuidas con seguridad a Goya; ciertas incorrecciones en la anatomía, la perspectiva y las proporciones; el uso de una pincelada abundante aplicada con lentitud y sin fluidez y la finalización del cuadro tras dos anteriores esbozos que no convencieron al autor de El Coloso y que nos hablan de un proceso de creación dubitativo e impropio del pintor de Carlos IV. Recientemente se hallaron en uno de los extremos del lienzo las iniciales A J, que podrían quizá remitir a Asensio Juliá, retratado por el propio Goya, de cuyo taller fue ayudante principal en los años finales del s. XVIII. La investigación publicada por el Prado y elaborada por su conservadora Manuela Mena alude a la posibilidad de que El Coloso sea obra de Juliá, pero no lo confirma, de ahí que quede abierta una nueva vía de investigación para los expertos. El museo ya ha anunciado que no tiene intención de trasladar la pintura a otra sala, pero si modificará su cartela informativa, en la que se señalará como artífice del cuadro a algún seguidor de Goya desconocido. Las certezas derivadas del informe presentado pueden resumirse en dos: El Coloso no es réplica ni falsificación de ninguna obra del genio zaragozano (como se desprende de la demostración documental de que la familia Fernández Durán, quien lo donaría al Prado en 1931, fue su propietaria original) pero sí manifiesta claramente su influencia.